Por: Ysnardo Conigliaro
Este prolífico trovador, nació el 28 de octubre de 1938, en la población de La Unión (Barinas), hijo de José Nicomedes Venero Venero y de Florinda Montero de Venero. Casado con Lumblasina González de cuya unión nacieron cuatro varones.
Don Lucio Venero, es uno de esos poetas natos, que cual Florentino Coronado tiene siempre un verso improvisado para contestarle al contrario que lo enfrente verso a verso. Con el fondo musical del arpa, cuatro y maracas, declama sus coplas con pasión, en momentos de esparcimiento y recreación en compañía de familiares y amigos.
En su pueblo natal, aprendió las primeras letras hasta los ocho años de edad, cuando su padre tuvo que emigrar para Calabozo en 1946 porque se le murieron los animales (vacunos) producto de las enfermedades ocasionadas por las frecuentes inundaciones que se producen en aquella zona bajas, en épocas de lluvias. Cuenta don Lucio, que en esa época, para ir a la escuela, tenían que llevarlo en un bongo, porque las calles eran ríos. En ese año, sigue contando el poeta, mi familia llega a Calabozo en el camión de Martín Hernández Ramos, un comerciante de Villa de Cura.
Estudió su primer grado en el Grupo América, que tenía un año de fundado y recuerda que su primera maestra fue Graciela Saade. En Calabozo cursó toda la primaria y parte del bachillerato. El tercer año lo estudió en Arismendi (Barinas). Cuando tenía 15 años, muere su madre y su padre decidió regresar a Calabozo, pero el joven Lucio se queda un año más en aquella localidad donde conoció a un dentista llamado Maximiliano Duarte, quien le enseñó el oficio con el que se ganaría la vida más adelante. Con él aprendió a hacer planchas dentales y al poco tiempo estaba sacando muelas. Al regresar a Calabozo, estudió un curso de mecánica dental por correspondencia en la Academia Americana, que duró seis meses, complementando así su práctica inicial con la teoría. Cuenta que en aquel tiempo, no había odontólogo por ningún lado, lo que le permitió desarrollar su profesión por más de cuarenta años. Trabajo en San Juan de los Morros en el Ministerio de Obras Públicas, en Camaguán en el dispensario de salud y en Calabozo le trabajó a CADAFE, al INOS y al Concejo Municipal. En esta localidad, registró su negocio como Técnico en Mecánica Dental. En 1960 hubo una persecución a los dentistas prácticos y las autoridades de salud le otorgaron una licencia para ejercer dicha actividad.
Don Lucio es amante de la copla llanera, recuerda haber recitado versos propios y ajenos desde muy pequeño. Toda su vida ha sido improvisador y ha compuesto muchas canciones cuyas letras han sido grabadas por cantantes como Adelio Estrada (Calabozo y lo perdido), Reinaldo Salas, conocido con el seudónimo de “El Coplerito Guariqueño”, Orlando Rivero; Luisita Tabares, entre otros.
El llanero es cantador por naturaleza, ya que le canta a las vacas de ordeño y en la duras faenas de vaquerías, también canta cuando esta solo para ahuyentar a los espantos de la sabana y para mitigar la nostalgia. Le canta a la belleza del paisaje sabanero, sobre todo cuando esta florecido en entradas de agua; le canta a sus amores; a la fauna y a sus ríos.
El indómito llano le ha dado a este trovador, todo ese cumulo de imágenes como motivo de inspiración, para que como otros tantos Canta Claros de nuestra tierra, enriquezca con sus coplas sabaneras el sentido de identidad y pertenencia del llanero, poniéndole un toque de picardía.
Don Lucio, es un cronista de calabozo, que con sus coplas describe al Calabozo de ayer con lujo de detalles en lugares y sucesos acaecidos en el siglo pasado. Entre sus muchas composiciones, a quien escribe estas líneas, le gustan mucho: “Calabozo y lo perdido” y “Entonces que culpa tengo”.
NOTA: Gran parte de este escrito, fue tomado del semanario “Cosas de la Ciudad”, del 8 al 15 de noviembre de 1998. Pág. 3.